LA MEDITACIÓN DE LA PALABRA (Parte II)

Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;

Jesús nos afirma que sus palabras son espíritu y son vida, para que nos demos cuenta que comerlas produce un efecto poderoso de vida en nosotros. El apóstol Pedro afirma, bajo la inspiración del Espíritu Santo que el “conocer” las promesas de Dios va produciendo una transformación a la imagen de Dios; perfeccionando nuestra naturaleza.

El resultado de la meditación nos trae:

Luz y entendimiento (Salmo 119:130) La exposición de tus palabras alumbra; Hace entender a los simples.

Vida al alma, gracia y confianza (Proverbios 3:21-23) Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; Guarda la ley y el consejo, Y serán vida a tu alma, Y gracia a tu cuello. Entonces andarás por tu camino confiadamente, Y tu pie no tropezará.

La meditación tiene como propósito el conocer a Dios. Sin lugar a dudas nuestro propósito y deseo debe ser así mismo, el conocimiento personal de Dios.

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