CRECIENDO POR LA PALABRA

Leer la Palabra no significa que la estemos asimilando. Felipe fue llevado al desierto por el Espíritu, y ahí se encontró con un etíope. Hechos 8:30-31 Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? 31 Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.

La pregunta ¿Entiendes lo que lees? Debemos hacerla en todo momento porque meditar la Palabra es llevarla al punto de entenderla y esto viene de dos formas importantes: la primera es un entendimiento intelectual y la segunda en la profundidad espiritual. Ambas cosas son necesarias, pero no podemos usar una en ignorancia de la otra.

Para lograr entender lo que leemos debemos hacerlo con un ambiente llenos de oración. Y para poder crecer por medio de la meditación debemos rendir nuestra vida a Dios y nuestro tiempo para estudiar a profundidad su Palabra.

El no consagrar ese tiempo diariamente trae como consecuencia la inmadurez y niñez permanente. Pablo lo expresa así: De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2 Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, 3 porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? 1a. Corintios 3:1-3

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LA MEDITACIÓN DE LA PALABRA TRAE REVELACIÓN